Eva
El camarero me rellenó el cubata con Coca-Cola, eran las tres y media y ya no me apetecía meterme más alcohol al cuerpo. Una chica se acercó a mí.
- Hola guapo, ¿me invitas a algo?
- Claro, pide lo que quieras.
- Un vaso de agua, Antonio, por favor.
- Me vas a salir cara.
- Ya he cubierto mi cuota de alcohol por esta noche.
- Igual que yo.
- Bueno, ¿no te animas?
- Sois todas muy guapas, pero no, lo siento - era la tercera chica que se me acercaba desde que había llegado.
- ¿A qué vienes?, ¿a mirar?
- No, que va, he venido con un cliente y un compañero de trabajo. Ellos sí han subido.
- ¿Habéis cerrado el negocio?
- Sí, a éste si le traemos aquí firma.
- Y tú no lo celebras, ¿no? Tu compañero es más listo.
- Seguramente, además paga la empresa.
- ¿Casado?
- No. ¿Cómo te llamas?
- Eva. ¿Y tú?
- Ricardo.
Estuvimos un rato callados, Eva daba la espalda al local y miraba al espejo del mostrador. Yo miraba su perfil.
- ¿Te queda mucho por terminar? - le pregunté.
- ¿Qué quieres?, ¿llevarme a casa?
- No, no, perdona. No estaba pensando en eso. Sólo quería charlar, es que el silencio me resulta muy incómodo. Es lo primero que me ha venido a la cabeza.
- A veces es mejor estar callado. No lo digo por ti, no me creas mal pensada. Sí, ya he terminado, si quieres puedes acercarme a casa. ¿Tienes coche?
Me quedé dudando ante su proposición. Al final me decidí.
- Sí, ¿porqué no? Éstos dos no parece que se den prisa. Pero sólo te acerco, ¿vale?
- Claro - ella puso cara de no creérselo.
- Voy a por mis cosas. Espérame un par de manzanas más abajo, para que no nos vea el jefe salir juntos.
- De acuerdo.
Mientras la esperaba le mandé un mensaje a mi compañero para que no me buscara cuando terminaran. Al verla llegar le dí las luces para que me localizara. Cerró la puerta y me dió una dirección. Al rato me preguntó.
- ¿Nunca has estado con una puta?
- No. En la mili sí iba con los compañeros a los puticlubs, pero me quedaba esperándoles como hoy y luego nos íbamos a tomar unas cañas y seguir de juerga.
- ¿Has tenido novia?
- Sí, un par de ellas y alguna amiga con la que tontear. Ahora me toca preguntar a mí, ¿llevas mucho en ésto?
- Ya ni me acuerdo, no quiero ni saberlo. ¿Sabes qué me apetece ahora? No hablar de lo que hago y tomarme un chocolate en San Ginés. E invito yo, ¿vale?.
- El chófer a su servicio, señora.
Nos tomamos el chocolate mientras hablábamos de un montón de cosas sin importancia. Luego estuvimos paseando por la Plaza Mayor y bajamos hacia el Palacio Real mientras la claridad definía las calles y los edificios, los barrenderos limpiaban con sus mangueras la suciedad y los taxis llevaban a los últimos juerguistas a sus casas. Nos sentamos en uno de los bancos de la Plaza de Oriente.
- Siempre me ha gustado más la ciudad cuando se asoma al día que cuando cae la noche - le dije.
- Sí, es como empezar algo nuevo - pasó su brazo bajo el mío y se apoyó en mi hombro. Yo apoyé mi cabeza en la suya. Olía al tabaco del club, pero no me quité.
- Venga, llévame a casa.
Volvimos al coche y aparqué cerca de su portal.
- Bueno, aquí te dejo entonces.
- ¿Sabes?, no has intentado aprovecharte de mí ni una sola vez.
- En la barra ya te dije que sólo te acercaba.
Sacó un bolígrafo de su bolso y escribió un número en la palma de mi mano. Luego la besó.
- Llámame un día.
Se metió en el portal y cerró la puerta mientras me miraba. Guardé su número en mi móvil antes de que el sudor de mi palma lo borrara.
Última edición por Perillán; 01-09-2010 a las 16:05
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