Bochorno callejero en Alicante
(Pido perdón por no usar la plantilla, pero no hay datos que dar).
El pasado 15 de octubre tuve mi primera experiencia callejera. Leí en Internet cuál era una de las zonas de Alicante en las que se ponían travestis en la calle y me dirigí a ella, la Avenida de Elche, aquella noche de sábado. Mi idea era pasar delante de ellas antes de decidirme.
Aparqué cerca y me puse a recorrer la única acera en la que podían estar, ya que al lado opuesto hay lo que de noche me parecío un cañaveral, un terreno baldío, sin acera. Al poco de empezar el recorrido pude ver una mujer voluminosa sentada en la acera. Estaba de espaldas y al pasar yo se volvió a mirar. Llevaba un vestido negro que me pareció corto con un impresionante escote en el que se apretujaban unas tetas inmensas. Me excité, pero creí que era una mujer y yo en aquel momento buscaba una travesti. Prostitutas ya he probado a cientos, quería cambiar de objeto de morbo.
Seguí andando por la acera y al doblar un recodo las vi. Eran tres, dos al principio y otra más alejada. Esta última llevaba un vestido negro de malla e iba desnuda debajo, a excepción seguramente de sus bragas. Era joven y morena. Se balanceaba a uno y otro lado con los brazos abiertos, como pidiendo guerra. Me pareció atractiva y quise enfilar hacia ella pero se me adelantó un tipo en una furgoneta. En un santiamén la subió y se metió en un callejón que había allí mismo.
Quedaban las dos primeras. Una era rubia y alta y llevaba una camiseta y un pantalón muy corto. Tenía el pecho grande pero no exagerado. La otra era más baja de estatura, rostro de mujer enfurruñada y llevaba vestido con escote, un escote inmenso para las tetas más inmensas que he visto. Aunque mi idea era recorrer la zona antes de decidirme, no pude resistir la tentación y pregunté el precio. En aquel momento me daba igual que desde los coches que pasaban pudieran verme negociar con una travesti. Mi único interés, casi obsesivo, era que aquella prostituta me ordeñara. Me dijo que 20 euros la mamada y 30 mamada y follar. Contraté lo primero. Me indicó que entrara en el callejón, una calle sin salida, ancha, sin asfaltar, en uno de cuyos lados había una tapia oscura y al otro una fábrica de harinas, como pude ver luego. Le pregunté su nombre y me dijo que era Alexandra.
Fuimos hasta el fondo y allí me dijo que me sentara sobre unos bloques de hormigón y me sacara la polla, lo que hice. Estábamos a oscuras, aunque yo veía más o menos bien la entrada de la calle. El conductor de la furgoneta se ocultaba en ella mientras la trava de las mallas le chupaba la polla. Y a la izquierda, la travesti rubia del panti buscaba un hueco oculto en compañía de otro cliente.
Alexandra sacó sus pechos para que se los tocara, me puso un condón con la boca y empezó a sorber. Le dije que fuera despacio y que no usara las manos. Mientras ella hacía su trabajo yo tocaba aquellas mamas, que parecían naturales, de auténtica mujer. No toqué su polla, su postura no lo permitía y yo había contratado el pack más barato. Me corrió en minutos. Luego sacó un pañuelo de celulosa, me quitó el preservativo, se dio la vuelta y se marchó sin decir adiós. Yo me limpié, envainé mi pene, ya fláccido y caminé hacia la salida. A la izquierda contemplé con toda claridad cómo un tipo bombeaba el culo de la rubia. Nunca había sido espectador de una escena así y volví a excitarme.
De regreso, fui abordado por la gorda que había visto al principio y estuve a punto de repetir, pero me contuve.
Dos días después volví a aquel lugar. Era lunes y había menos profesionales de la calle y más coches de la policía. Di vueltas y más vueltas con el coche hasta que me decidí a aparcar en el mismo callejón y hacer un gesto a una travesti alta, casi desnuda y no demasiado atractiva. Más bien era un transformista, como pude ver cuando estuvo a mi lado. Pero ya estaba el tema en marcha y no quise echarme atrás. Contraté un polvo de 30 euros.
Cuando me la estaba mamando, agachada frente a mí, pude ver sus manos, grandes, masculinas, y empecé a perder rigidez en la polla. Le dije que se diera la vuelta para ensartarla antes de que me resultara imposible seguir y así lo hicimos. La penetré con facilidad ya que tenía el esfínter bastante dilatado. Mientras bombeaba con fuerza, como no sabía donde agarrarme, encontré su polla, inmensa y dura. La agarré como si fuera el pasamanos de un autobús. Tendría que haberle hecho daño, pero ella jadeaba cuando la apretaba al darle los empellones. Sólo cuando me corrí me di cuenta del todo de lo que tenía en la mano. Terminamos y me guardé la polla. Ella se subió las bragas al momento.
Tuvimos suerte. En ese momento entró en el callejón un coche de la policía y nos dedicó dos salvajes haces de luz. Se acercaron y nos dijeron que voláramos. Yo estaba abochornado. Ella salió contoneándose como si no pasara nada. Yo subí a mi coche, cuya matrícula estaba a la vista, y salí de allí antes de que se arrepintieran de su generosidad. Me miraron con una expresión que nunca olvidaré.
Me dije que jamás volvería a darle a mi lado oscuro la satisfacción del sexo callejero.
Pero ha pasado más de un mes y me pregunto si habrá algún sitio en el que eso se pueda hacer con impunidad.
Última edición por Espejo; 11-11-2011 a las 20:39
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