Escribo el mes pasado por Whatsapp a la casa y dan la respuesta automática de que están cerrados
. Repito al día siguiente, y esta vez si que contestan
, así que para allá voy. Toco al timbre nº Y según me mandan, y cuando subo me abre Yoko algo alterada porque debo de haberme cruzado con un fulano que las anda hostigando.
Me pasa a una habitación amplia, me pregunta por mis preferencias, y a los dos minutos entran las que serían:
Sabrina
Brasileña, culo y pechos generosos y pelo moreno.
¿Úrsula?
Maldita sea mi memoria con los nombres. Brasileña de pelo rubio, más alta y delgada que Sabrina, y con menos pecho y culo.
Una me come los morros mientras la otra me come en otro lado, y se van alternando. Estamos así unos cinco minutos, y allí de pie con los pantalones bajados me hacen la pregunta tan difícil de responder: ¿con cuál de las dos? Así que con la sabiduría del Rey Salomón, parto la disyuntiva en dos mitades.
Se queda Sabrina y a través del pasillo me lleva a una habitación más pequeña, donde me explica que son estudiantes que tienen las habitaciones alquiladas, y que el malvado fondo buitre propietario del piso, le cobra a Yoko de alquiler 80€ cada media hora, y 140€ por cada hora. Cuestión que ya me habían adelantado por Whatsapp. Me dan pena estas muchachas empoderadas pero desvalidas, que pueden trabajar pero no haciendo uso de su cuerpo, así que para que sea todo según las nuevas leyes de la moral, decido hacer al piso un
préstamo de 140€ con interés del 0% y a devolver cuando me vaya al infierno.
Sabrina se vuelve muy agradecida con el detalle, hasta el punto de que hace que me corra en su boca, o más bien en su garganta porque me ha tragado hasta el fondo. Suena acto seguido el reloj, y entra ¿Úrsula? ya asumiendo que me lo voy a pasar muy tranquilo porque no doy más de mi. Y efectivamente así es, hasta que tanto tontear, me pone a tono y me saca el segundo que no esperaba, también en la boca.
Estoy muy agusto con ella, muy dulce, muy tranquila, tanto que pido
prórroga con la idea de quedarme de charleta. Iluso de mi, nada más concedida la
prórroga, irrumpe Yoko en la habitación y me da una máscara, conforme a lo que le había expresado cuando llegué al piso.
Me voy con ¿Úrsula? de la mano a una habitación grande al fondo del pasillo. A partir de aquí, confundo mis recuerdos con posibles alucinaciones: un compañero con un antifaz está en la cama siendo complacido por Sabrina y otra chica. Yo me dejo guiar con ¿Úrsula?, que me ve tranquilo y me va dando buenos consejos. Sabrina me reconoce al rato y le brilla la mirada, la otra chica se va y entra otra siguiendo las órdendes de Yoko, que también me quiere mandar a mi aunque no me deje. En un momento determinado juraría que veo a Yoko cabalgar al compañero. Aparece otro hombre desnudo por allí a coger unas toallas, yo no suelto a ¿Úrsula?, que se corre masturbándola. Toco a la otra chica también, que también se corre. Aparece una quinta chica, rubia con tatuada, de pechos tremendísimos, me besa, la toco por todos lados y se me pasa por la cabeza pedir otra
prórroga más. Joder que desparrame, Yoko es la puta jefa en todo el amplio sentido del término: la "puta", la "jefa" y la "puta jefa", todo a la vez. Tiene todo mi respeto, espero que algún día le concedan un premio por su labor y me dejen que sea yo quien se lo entregue.
Me mandan de vuelva a la habitación anterior, y como no tengo a quien pedirle
prórroga para estar con la chica rubia, me pongo a vestirme. Entra Yoko y me dice que lo tome con calma, que me duche. Obedezco y cuando termino entra a darme un par de sabios consejos para la
próxima. Se los agradezco de corazón y entran a limpiar la habitación.
Salgo a las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja, una persona de alguno de los negocios de por allí está muy interesada en mirarme a la cara. Le sonrío, soy feliz. En la calle me cruzo con unos operarios trabajando, les sonrío porque floto, converso dicharacheramente con ellos y el mundo me parece luminoso.
Es un par de horas después cuando intento razonar lo vivido, y de lo poco que puedo certificar es que transcurrieron matemáticamente 90 minutos desde que entré al templo hasta que salí. Lo demás, lo pongo todo en duda. De lo poco que tengo seguro es que una cerveza y Yoko fueron la fuente de mis alucinaciones.