Alejandro Sánchez, 43

De entrada debo de pedir disculpas a los foreros si se ha abierto un hilo ya sobre este piso en cuestión, pero yo particularmente no he sido capaz de descubrirlo, y la experiencia debía dejarla reseñada.
Sólo he estado en dos ocasiones en esta dirección, y del primer encuentro sí guardo un recuerdo agradable pues estuve con una niña paraguaya que fue un encanto, no tanto por su implicación (regular) sino por su cortesía y belleza. Pero de ésto hace ya más de un año.
El pasado viernes regresé al piso de marras, cerca de las tres de la mañana. La presentación fue desalentadora por el nivel de las chicas, medio-bajo, tirando a bajo. Nada agradables sus rostros, y la mayor parte, bastante mayores de edad. Lo que me sorprendió fue la cantidad de mujeres que tuve ocasión de ver. Llegué a contar hasta siete en un piso de humildes dimensiones. Luego tuve ocasión de observar que las inquilinas dormían en los sitios más increíbles como en el cuarto de baño o en sacos de dormir tirados por los suelos.
Me sentí un poco incómodo que tanto personal femenino se despertara para hacerme el paseíto de rigor. No era cuestión de darse media vuelta y regresar a casa con el calentón que tenía. Hubo una mujer madura, de cuarenta y muchos, que me resultó atractiva. Su nombre, Pamela, de origen ruso. La escogí.
Buenas y abundantes ubres, de rijoso temperamento y simpatía; con ganas de agradar, aunque un tanto teatral. El cuerpo macerado por los años, con un vientre nada agradable, pues se observa aún los estragos de una cesárea mal cosida.
Me sorprendió su masaje en la espalda, bien hecho, con cuidado profesional. Besa en la boca con lengua, y hace un buen francés natural, aunque el batido no se lo traga.
Terminé observando a esta rubia tetona, cabalgándome, cual amazona diestra.
No creo que regrese; en todo caso, a otra hora, por si el nivel diurno es distinto al nocturno.