Podría recordar © - Foro Spalumi

    
Foro Spalumi de información y opiniones sobre acompañantes  


Regresar   Foro Spalumi de información y opiniones sobre acompañantes
Registrarse Ayuda Comunidad Temas de Hoy Buscar
Live Girls SPALUMI TIEMPO REAL

Relatos Eróticos ¿Te sientes inspirado? Recreate!

 
 
LinkBack Herramientas Buscar en Tema Desplegado
Prev Mensaje Anterior   Próximo Mensaje Next
  #1  
Antiguo 10-06-2010, 17:53
Párvulo
 
Fecha de Ingreso: Mar 2006
Género:
Mensajes: 54
Gracias: 1
Agradecido 2 Veces en 1 Post
Predeterminado

Podría recordar ©


En homenaje a Pacumbral y su bellísimo texto "Sin amor" ahí va éste que escribí hace ya algún tiempo, y que creo que refleja sentimientos de la misma índole.

Como siempre el © responde a que ya está editado en mi libro, aunque como Pacumbral hoy no he venido a hablar de él




PODRÍA RECORDAR...

Año 198...

Apenas corren los primeros meses de una nueva década. Recién superado el susto de la reacción más cavernícola, el país se despereza de nuevo, estrenando la tanto tiempo soñada libertad, recién nacido de esperanza. Y entre sus frutos, quizá los menos deseados por algunos, florece la juventud por las aceras, ofreciendo su carne sugerente a cambio de unos billetes. Tiempos en los que la vida se despierta, debatiéndose entre el sexo largamente reprimido, la pulsión biológica, y las coacciones ideológicas de todo signo, mal asumidas y apenas digeridas, que llevan a rechazar tal posibilidad. Y sin embargo... allí estáis, en un momento en que el sida todavía es algo desconocido, en que el maldito caballo apocalíptico aun no ha hecho su macabro trabajo sobre tantas de vosotras, sugestivas, atrayentes. El ánimo se debate entre tantos estímulos, y finalmente, te descubre.

Podría recordar cómo tus grandes ojos me sonrieron, cómo un apenas perceptible movimiento de tu cabeza coronada por tu pelo crespo y afro, acorde con el bellísimo tono achocolatado de tu piel, rompió mis tabúes y me decidieron a acercarme. Podría recordar la brevísima y apenas audible conversación “¿Vamos?". "Sssí, ¿cuánto... ?". "Tanto". "Va... vale”. Podría recordar el temblor y la duda en mi voz (¿cómo pudiste entenderme?). Podría recordar mis acelerados latidos cuando subíamos las estrechas y miserables escaleras de aquel sórdido edificio, junto a la años más tarde polémica calle de la Montera. Podría recordar mi nerviosismo cuando nos desnudábamos, mi sorpresa ante la tersura de tu piel, la delicadeza de tus caricias, mi estupor cuando los mundos gemelos de tus pechos abrazaron mi palpitante miembro, desvelándome lo que más tarde supe que se llamaba una cubana. Podría recordar el volumen infinitamente bajo de mi voz cuando respondiendo a tu pregunta “¿Quieres que me ponga encima?”, musité “sí por favor” (¿pero cómo pudiste oírme?) y mi casi inmediata explosión cuando me sentí rodeado por la suavidad y calidez de tu interior. Podría recordar todo aquello, y las otras muchas veces, en que, ya vencido el muro de mis prejuicios, volví a visitarte. Pero prefiero recordar, ante todo, aquella ocasión, nuestro cuarto o quinto encuentro, en que por primera vez me besaste, como una novia, y en la que, cuando yo estaba llegando a la cima, fuiste tú, la que con voz apenas audible me dijiste: “No cariño, no me dejes ahora. Espérame”, Naturalmente, te hice caso, y pude gozar el infinito placer del éxtasis compartido, y comprendí, en las entrañas, lo que ya sabía mi cabeza. Que eras, que sois, ante todo, personas, mujeres en la más alta acepción de la palabra, y que el hecho del pago no es más que una anécdota, por desgracia imprescindible. Que tenéis, también, todo el derecho a disfrutar de lo que es vuestro trabajo, pero también el núcleo de vuestra personalidad, de vuestra femineidad...

Año 199...

Ha pasado más de un decenio. Más de diez años en los que todo ha evolucionado. La sociedad, el país, mi vida... Más de diez años en los que he desarrollado una vida, una familia, un matrimonio razonablemente feliz, hijos, una carrera profesional inesperada y satisfactoria, alguna aventura empresarial.

Vosotras seguís ahí. Algunas han caído bajo el corcel asesino, otras comenzáis a llegar desde los rincones más dispares y exóticos, en busca de una vida, si no mejor, al menos suficiente para sostener a los vuestros. Seguís dando consuelo, placer, compañía... He seguido conociéndoos, no sólo en casa: Barcelona, Valencia, París, Zurich, Milán, Bruselas, Londres, Hamburgo, Amsterdam, la prodigiosa y surrealista Río... Estáis en todas partes, siempre acogedoras, siempre atractivas, siempre generosas... siempre fugaces. Proporcionándonos evasión, diversión, pero, sobre todo, compañía.

Y un día, te encuentro. El ritual de la copa, el acercamiento, el ¿cómo estás?, la estúpida broma del “no tan bien como tú”, “me llamo J...”, “y yo P...” bla bla bla, a veces ya tedioso por repetido, pero de repente surge, inesperada la chispa “...una mujer hermosa como tú...” “¡Me has llamado hermosa!”. “Claro, lo eres”. “Nadie me lo había llamado desde que llegué a este país. Me habían dicho guapa, bonita, hasta buenorra (puah), pero no ¡hermosa! como en mi tierra” ¡Dios, qué bendita casualidad!. Y a partir de ahí, de nuevo el muro que se derrumba, la simpatía, en el sentido más genuino del término, que fluye como un arroyo desbocado.

Podría recordar tu risa, la chispa de tus ojos, tu sorpresa al probar el albariño (Valdamor, vaya nombre sugerente), tu fogosidad en la intimidad de la habitación en penumbra, tu entrega, tus besos, la suavidad de tu piel, el entrelazamiento de nuestras manos, de nuestras piernas, la fusión de nuestros cuerpos, de nuevo el éxtasis compartido, la sensación de que no serías una más. No lo fuiste, por supuesto.

Podría recordar los muchos encuentros que siguieron al primero, nuestra mutua exploración en el mundo de los disfrutes ¡qué gran maestra fuiste para mí!. Podría recordar el día, mejor dicho, aquella eterna y fugaz noche, en que con tus ágiles dedos rompiste mi última virginidad, abriéndome la puerta a un mundo insospechado de nuevos placeres. Podría recordar cuando, tras tantas veces en que recogías mi esencia varonil con tu boca, tan dulce, y preguntarte si no te daba asco, me miraste con tus ojos tan profundos y sonriendo dijiste “de ti no”.

Podría recordar especialmente nuestro segundo encuentro, ¡tan sólo era el segundo! cuando apenas llegados al vergonzante apartamento, nos abalanzamos el uno sobre el otro, parecíamos dos irracionales como en la canción de Ana Belén. Esa vez, tú, tan escrupulosa, y yo, tan obsesivo, ni nos lavamos, tanta era la urgencia que sentíamos por unirnos. Ese mismo día descubrí la discreción de dejar el dinero en el bolso, para no tener que mencionarlo, ni tocarlo siquiera.

Podría recordar todo eso, pero prefiero recordar aquella noche, en que salimos del bar, y fuimos caminando hacia tu casa. Puedo recordar tus lágrimas, tu angustia, tu desesperación porque una hija de mala madre había desvelado tu actividad a tu familia, allá en tu hermosa y lejana isla. Puedo recordar el magro consuelo que pude ofrecerte con mis caricias, mis abrazos, tan castos aquella noche como apasionados y carnales otras muchas. Puedo recordar tus desvelos por tus hijitas, tan lindas, tan vivas como tú, tu lucha incansable por ellas. Puedo recordar, gozosamente, cuando tras habernos distanciado, perdido, pero no olvidado, un día me llamaste, “¡J... , , soy P..., estoy de nuevo en España, tengo trabajo, he encontrado un hombre maravilloso, tengo una vida nueva!”. Puedo recordar la alegría con que me lo dijiste, que me transmitiste, que compartimos, como antes habíamos compartido otras cosas, y puedo recordar tu “siempre serás mi amigo, mi gran amigo”. Puedo recordar cómo me diste mucho, muchísimo más de lo que yo nunca te pude haber pagado con algo tan simple, prosaico y mediocre como es el dinero.

Más años de vida, de camino incesante, de encuentros esporádicos, y no tanto. Podría recordar, podría recordarte, E..., simpatiquísima sevillana, bellísima en tu madurez (al fin y al cabo somos de la misma edad, aunque no de la misma belleza, evidentemente), perseverante, concienzuda, ahorrando pesetita a pesetita, por tus hijos, por tu “mamá I...” y por tu piso frente a la Macarena. ¡Cómo me recordabas al personaje de Verónica Forqué en “¿Por qué lo llaman amor...?” con sus ahorros en el frigorífico y su sabiduría natural!. Podría recordarte, habladora, familiar, casi conyugal. Podría recordar tu “niño, ¿qué prisa tienes?” cada vez que me disponía a darte tu “regalito”, antes de empezar. Podría recordar aquella tarde gloriosa del Betis, 3 Real Madrid, 1, como tú decías, y el 1 fue en el descuento y de penalty, gracias a tu pericia en el “amour a la française” que decías con gracioso acento parisino-hispalense. Podría recordar tu ilusión cuando por teléfono me dijiste: “Me retiro, niño. Mi amigo M.... me ha puesto una tienda en Sevilla, y allá me voy, con mi mamá y mis niños”. Podría recordar la emoción con que te dije adiós, y cómo tuve que contenerme para no ir a la estación del AVE a despedirte.

Podría recordar también cómo me inicié contigo en el extraño mundo de los clubs liberales, en los que años más tarde pude profundizar gracias también a tí, mi querida J... bis, fantástica e inolvidable “rubia loca”, siempre tan alegre como tus grandes y hermosísimos ojos.

Año 200...

El tiempo pasa, la tecnología despunta. Internet es una realidad,... y descubro los foros. Qué cantidad de información, de comentarios, de risas, de sentir que no eres un bicho raro, que hay otros muchos como tú, y además son estupendos. Y otro día, otro buen día, aparece A.... Y se abre una nueva etapa, una nueva experiencia, la de conocerse a través de un teclado y una pantalla, la de construir una amistad de forma virtual. Podría recordar cuando, superando de nuevo los temores, te llamé, para encontrarnos cara a cara, simplemente para charlar y tomar algo. Podría recordar tu levemente amargo “¿he pasado la prueba?” y podría recordar tu risa franca una vez que comprendiste que quien en realidad estaba pasando una prueba era yo, y no tú.

Año 20....

Seguirá pasando el tiempo, la biología hará su trabajo, inexorable, poco a poco me abandonarán las fuerzas, la pujanza, la vitalidad. Pero le pido a Dios, a ese Dios-Hombre, cuyo excelso mensaje fue rechazado por los hipócritas, porque entre otras cosas “andaba entre prostitutas”, que me reserve un rincón de la memoria, para que, cuando llegue el momento de zarpar en la última singladura, pueda dedicaros, a vosotras, maravillosos seres, extraordinarias personas, que tanto gozo me hicisteis vivir, una de mis últimas evocaciones.

No sé qué me deparará el futuro, salvo el tránsito final, como a todos. Podría perderlo todo, pero siempre, siempre, podría recordar. Podría recordaros.
Citar
 

Barra de navegación inferior
Regresar   Foro Spalumi de información y opiniones sobre acompañantes

Etiquetas
podría, recordar


Usuarios viendo actualmente este hilo: 1 (0 miembros y 1 visitantes)
 




Somos el foro de información y opiniones sobre acompañantes más antiguo de España. Todas las experiencias y opiniones que aparecen en spalumi.com son realizadas por usuarios reales de acompañantes en España. Puedes ver todas las experiencias de nuestros foreros dentro de cada provincia de España en los siguientes enlaces: acompañantes Madrid, acompañantes Sevilla, acompañantes Coruña, acompañantes Alicante, acompañantes Barcelona, acompañantes Burgos, acompañantes Bilbao, acompañantes Cadiz, acompañantes Córdoba, acompañantes Salamanca, acompañantes San Sebastian, acompañantes Málaga, acompañantes Murcia, acompañantes Orense, acompañantes Pontevedra, acompañantes Santander, acompañantes Valencia, acompañantes Zaragoza

Powered by vBulletin®
Copyright ©2000 - 2024, vBulletin Solutions, Inc.
Search Engine Friendly URLs by vBSEO 3.6.0
Ad Management plugin by RedTygerNavbar with Avatar by Motorradforum