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Himen te cato yo (relatos cortísimos)

Jimmy, el pasota

Jimmy pasaba de todo. Pasaba de sus padres, de su familia y de los amigos, pasaba de novias y de tías, pasaba de trabajar, de pasear y de hacer deporte; Jimmy pasaba de hacer su cama y de tener su habitación habitable, pasaba de responsabilidades y de comprometerse con nadie ni con nada, pasaba de hacer un favor ni de que nadie se lo hiciese, pasaba de saludar por la mañana, de encontrarse y hablar con nadie por la calle y pasaba de visitar y de los que le visitaban. Jimmy también pasaba de llamar a sus conocidos y le importaba un carajo la salud de los más cercanos tanto como la de los más lejanos.
Un día Jimmy murió, y todo el mundo pasó de él.

Pues como bien dice el refranero español..."de aquellos lodos estos barros".

O lo que es lo mismo, "quién siembra vientos recoje tempestades"

Espero seguir leyendo muchos de estos relatos...

Le temblaban las piernas aunque la tensión de verse frente a esa puerta extraña no le permitía mover un músculo de su rostro. Visiblemente agarrotado miró al timbre. Automáticamente una mueca en forma de sonrisa forzada se estampó en su cara. No sabía el final de aquella situación nueva para él. Había caminado todo el día haciendo equilibrios entre el miedo a enfrentarse a su fantasía o a la realidad que había imaginado desde que hizo esa llamada y aquella voz …. No debería estar allí, no pensaba hacerlo y sin embargo esa voz… sonó el timbre, y pasaron 3 segundos eternos … Cuando la puerta se abrió, notó como una explosión volcánica recorrió desde su estómago a la garganta. Entre gritos de negación apenas se oyó el gran portazo mientras una lágrima caía por su rostro petrificado.

Gracias por recordármelo

Una justa y placentera recompensa. Después de tantos años de sacrificios era lo menos que podía esperar. Sin embargo, tras la reciente jubilación, su relación conyugal era aun peor que antes. Había consagrado su vida a tratar de hacerla feliz pero ella nunca parecía satisfecha. Su voz, desagradable y chillona, se filtraba nuevamente a través de la puerta desgranando su habitual retahíla de encargos. Cada uno tenía su propio dormitorio y ella permanecía casi todo el día en el suyo viendo la televisión. La mayoría de las veces, como ahora, ni siquiera se molestaba en salir para hablar con él y eso le sacaba de quicio.

Pero hoy hacía un día maravilloso y un gorrión se posó en la barandilla del balcón moviendo graciosamente su cabecita a un lado y a otro, como si quisiera llamar su atención antes de emprender de nuevo el vuelo. Nuestro hombre se levantó, salió al balcón buscando al pajarillo y contempló el parque que se ofrecía en todo su esplendor a quien quisiera mirarlo.

Con pasos lentos y una sonrisa en los labios se dirigió a su dormitorio, buscó en el armario una bolsa de viaje y la llenó con lo que le pareció más importante. Al pasar por el salón, camino de la entrada, la oyó decir: “… que luego se te olvidará algo, como siempre”. Su sonrisa se ensanchó aun más y volvió sobre sus pasos, abrió el cajón de la mesilla y cogió una cartilla de ahorros y un talonario.

* Lo escribí hace tiempo en el hilo 'Juguemos a las palabras encadenadas'.

El mejor portero del mundo

Diálogo de besugos