I.- La Cruz secreta
Con once años yo era más alta que todas mis amigas (el vestido de mi Primera Comunión lo hicieron a medida porque el largo generalizado se me quedaba en las rodillas), y con ellas me divertía sólo un rato corto saltando a la cuerda, haciendo líos de piernas en la goma pero pronto me aburría; a mí me gustaba jugar al ajedrez, hacer deberes, hojear libros de arte imaginando las épocas en las que todas aquellas obras se hicieron y escribir cuentos. De vez en cuando intentaba arrimarme al grupo de las mayores, que me parecían mucho más interesantes pero se burlaban de mí, haciéndome preguntas como si sabía qué era un condón – yo les dije que un pájaro de los Andes, según tenía entendido por una canción que había aprendido en clase de música - o la regla; en esto debí acertar más porque no hubo risas al contestar que “algo con lo que todas las mujeres tenemos que cumplir”, aunque lo deduje por el nombre, no por tener ni la más remota idea de qué era eso. En ese momento de no encontrar mi sitio estaba cuando llegó al camping, marco de la mayoría de mis recuerdos de infancia, la prima de una prima mía, alta, feucha, desgarbada y muy callada; no supe calcular su edad pero pensé que más bien encajaría en el grupo de las mayores. Una vez coincidimos fregando los platos y tras unos cuantos monosílabos suyos con la cabeza agachada, y unas cuantas bobadas mías para hacerla sonreír, conseguí que me hablara un poco y luego la acompañé a su parcela, que estaba de camino a la mía; cuando llegamos charlando y riéndonos, su madre, una señora con eterna cara de enfado y modales bruscos la gritó porque los platos no estaban bien limpios, lo que dijo que, seguramente, era porque habíamos estado haciendo el imbécil (escupió un poco al pronunciar con vehemencia el insulto) en vez de estar atentas a lo que debíamos y de un manotazo tiró el barreño al suelo y la mandó a fregar todo de nuevo; a mí me dio mucha pena y unas ganas enormes de gritarle a Doña Moño que eso no eran formas de tratarnos pero las lágrimas mal reprimidas de la prima de mi prima y su barbilla clavada en el pecho me hicieron pensar que lo mejor era no empeorar las cosas; seguí hasta mi cocina, dejé mis cacharros y corrí por otro camino que no me obligaba a pasar por la tienda de mi nueva amiga - decidí que lo era al ver lo mal que lo estaba pasando - para ayudarla a volver a fregar todo lo que había vuelto a ensuciar la persona que, desde aquel día, puso cara en mi mente a todas las brujas malas y madrastras de los cuentos.
Mi nueva amiga tenía muy poco tiempo libre, era una Cenicienta, y pasaba conmigo del que disponía; pero constantemente proponía hacer “otra cosa”, aunque al preguntarle, sólo decía “no lo se, algo” y era yo quien daba una nueva idea que tampoco acababa de entretenerla; así que supuse que se aburría conmigo por ser pequeña y la llevé a conocer al grupo de las mayores por dos motivos, para que ella hiciera amigas más de su edad y para hacerme la importante llevando a una “adulta” y ver si así me admitían por fin. Ella no quería, pero decidió confiar en mí y probar, aunque iba andando muy despacito y como encogida. Pero la cosa salió fatal porque cuando nos acercábamos al círculo cerrado – algún tiempo más tarde, las recordé así al ver un documental sobre cebras - la pecosa marimandona y repugnante que era la que siempre hacía los comentarios de los que las demás se reían, gritó: “Huuuy, mirad, es la Señorita Condón con su amiga La Rompetechos”; hasta ese momento yo no me había fijado en las enormes gafas de pasta que mi amiga llevaba y en un relámpago de ruindad y cobardía, aclaré que no era mi amiga, sólo prima de una prima . Eso hizo que su cabeza volviera a caer hacia el suelo, como si ya no pudiera luchar contra la gravedad, giró sobre sus talones y se fue dando grandes zancadas con sus largas piernas que medían el doble que el resto de su cuerpo y yo me quedé ahí en medio, mirando a un lado el grupo de las inasequibles, que seguían riendo y haciendo burla y al otro la figura que huía con torpes pero rápidos movimientos. Y ya no quise formar parte de aquel puñado de hermanastras odiosas – las hermanastras también eran todas malas en los cuentos – las lancé un corte de mangas y fui corriendo a ver si mi amiga ya de las de “de verdad de verdad” me perdonaba. La encontré llorando apoyada en un árbol y me senté a su lado, sin saber qué decir, con cara de circunstancia y cuando me miró, sólo se me ocurrió: “si a ti no te importa estar con la Señorita Condón, a mí no me importa estar con La Rompetechos” e hice una mueca que la hizo reír por primera vez a carcajadas y, aunque era estridente, no me importó porque ya éramos amigas, ya teníamos nuestro propio grupo. De repente se puso muy seria y me dijo: “Pero ahora sí que tenemos que jugar a una cosa que yo diga”; con tal de que me perdonara yo era capaz incluso de jugar con ella al “Churro, Mediamanga, Mangaentera”, que era el juego más absurdo y aburrido que yo conocía. Me llevó entonces a la chopera que era esa parte del río que sobrepasaba la frontera de la verja del camping y donde yo tenía prohibido ir sin un mayor; esto me frenó un poco, pero caí en que ella lo era, así que ya sólo por poder ir allí me pareció emocionante. Eligió un claro muy escondido, entre matorrales y zarzas, incómodo de pasar, no me paré a pensar entonces si ya había buscado el sitio antes. Entonces me hizo jurar por Dios que nunca le diría a nadie que habíamos ido allí y mucho menos en qué consistía nuestro juego, porque sino nuestros padres nos castigarían para siempre y a ella su madre incluso podría matarla. Lo dijo muy seria, apretándome muy fuerte las muñecas y yo la creí así que no juré por Dios, porque no se podía usar el nombre de Dios en vano, pero se lo juré por el Niño Jesús y por mi madre, que era lo que yo más quería. Aceptó entonces empezar el juego. Yo tenía que tumbarme boca arriba con los brazos en cruz y las piernas separadas, cerrar los ojos y aguantar todo el rato sin tener cosquillas; si me movía, perdía, si hablaba, perdía, si abría los ojos, perdía y si me reía, perdía. Nunca había oído ese juego, pregunté como se llamaba y tras unos segundos, me dijo con voz de confidencia y misterio: “La cruz secreta” y decidí probar, aunque estar tumbada sin hacer nada no me parecía muy divertido, pero no iba a hacerla enfadar dos veces el mismo día. Así que me tumbé, estiré los brazos, separé las piernas y respiré muy hondo dispuesta a aguantar todo el tiempo que hiciera falta. Durante un momento sólo notaba el aire en la cara, y se oían los pájaros y el río, por lo que era agradable, y estaba cómoda. Entonces sentí que me rozaban el pelo, me pareció que con un palo, ahí era fácil, en la cabeza no tengo cosquillas, bajó por la cara, cerca de las orejas y conseguí no pasar de una leve sonrisa porque ahí sí era “sitio de los de cosquillas”, pero podía aguantarlo, pero cuando llegó al cuello empecé a reírme sin poder contenerme, me dio mucha rabia: “jo, no vale, otra vez que ahora ya aguanto”. Me dijo que seguro que había sido culpa de hacerlo con el palo, que así era más difícil y que esa vez lo haría con las manos”. Inició el mismo recorrido, mi pelo, mi cara, rodeando los ojos, pasando un dedo por mis labios, pensé que tendría mucho calor porque respiraba fuerte como cuando acabas de correr, esta vez no pasó por la zona difícil del cuello, pasó a los hombros, hizo un círculo en cada uno de ellos, pasando de uno a otro siguiendo las clavículas y posó sus manos en mi pecho, aún sin desarrollar, pero ya con esa parte abultada alrededor de los pezones, que buscó y cogió entre dos de sus dedos; entonces dejé de sentir sus manos y frotó el palo contra mi sexo, primero en movimientos horizontales, de un muslo a otro, luego en vertical, haciendo coincidir el palo y su movimiento con la abertura. No sentí cosquillas, pero era una sensación muy rara, como de hormigueo, que hacía que oyera mis latidos más fuertes. Paró con el palo y metió su mano bajo mi pantalón, lo que hizo que abriera los ojos y me incorporara. “Has perdido, me toca, empieza por donde iba yo”; y se tumbó en la posición estipulada para el juego, yo froté el palo contra su entrepierna, arriba y abajo, tal como me dijo, aunque yo pensaba empezar por las axilas, que es donde todo el mundo sabe que es el “sitio de los de cosquillas” donde todo el mundo tiene todas juntas; pero era su juego, y yo seguía sin querer enfadarla. Fui moviendo la punta del palo despacito mientras me fijaba en su cara para ver dónde tenía que moverlo para hacer que se riera; entonces encontré un punto que le hizo cerrar más fuerte los ojos y dar un leve gemido hacia dentro y me centré en él, y aunque no conseguí ni una sonrisa, de repente dió una bocanada de aire como cuando sales del agua después de bucear un buen rato y movió todo el cuerpo: “Has perdido, has perdido, me toca, me toca”, pero cuando me tumbé, ya no quiso jugar más; mientras se levantaba dijo que su madre la estaría buscando e inició el regreso dando sus grandes zancadas, de manera que yo tenía que ir corriendo para poder seguirla. Llegó antes que yo al sitio donde nos separábamos para que Doña Moño no nos viera juntas y siguió su camino sin despedirse siquiera. Imaginé que se había molestado por haber perdido, en fin, pensé que quizá no era tan mayor como yo pensaba y sólo era más grande, como yo.
Desde ese día, sólo venía a buscarme para ir a jugar a La Cruz Secreta, hasta que un día - por ese entonces, yo ya aguantaba mucho más sin incorporarme, ni reírme, ni abrir los ojos, aunque no conseguía dejar de respirar mucho más rápido, pero eso no me hacía perder – intentó meter el palo en un lugar bajo mi pantalón y me hizo mucho daño, así que no quise jugar más. Entonces dejó de ir a buscarme. Y ya no la veía tampoco fregando, así que decidí ir a buscarla a la cueva de la Bruja, había que arriesgarse para ver si algo le había pasado a mi amiga. Puso una cara de sorpresa de las desagradables al verme y me hizo señas para irnos a un sitio un par parcelas más allá de la suya, cerca del punto donde nos separábamos para que no nos vieran juntas. Nos pusimos detrás de una tienda y le pregunté porqué ya no salía, me dijo que porque yo ya no quería jugar a nuestro juego y le dije que ya no me gustaba, que me hacía daño con el palo entre las piernas; entonces miró detrás de mí con verdadera cara de miedo y vimos aparecer a la Bruja, que, llamándola golfa (yo no sabía qué era eso, pero supuse que algo malo) la llevó tirando del pelo hasta su tienda, donde la metió a patadas, literalmente, y yo esa noche dormí mal imaginando que su madre iba a matar a mi amiga. Pero al día siguiente volví a verla, llevaba de la mano a su hermana pequeña, regordeta, con rizos, con pinta de menina de las de los cuadros que veía en mis libros y me dijo que tenía prohibido estar conmigo y que ya cada vez que saliera de la tienda tendría que hacerlo con su hermana, nunca sola. Así que nos despedimos hasta que la levantaran el castigo, cosa que no sucedió nunca, y me fui a jugar a Churro, Mediamanga, Mangaentera, porque ahora me daba un gustito agradable saltar encima y siempre me pedía “primer” para estar más tiempo notando el roce en “aquel sitio entre mis piernas”

Yo siempre lo he dicho, un niño puede ser el ser mas inocente y malvado del mundo. Con tu relato han venido a mi cabeza innumerables recuerdos de historias de interminables veranos en camping, en los que siempre hacias amigos de sangre, y me enamoraba de una de las niñas de la pandilla. Amistad y amor platónico que solo duraban hasta el fin de la estancia en el camping de turno y se perdian para siempre.

Nunca olvidaré aquellos paseos nocturnos por el camping en pandilla y con parada final en el parque (mientras nuestros padres hacian su reunión de amigos en la parcela de turno jugando al bingo o a las cartas), parque de juegos a veces infantiles, otras de inexperto y torpe adolescente, pero que me sirvieron para robar mi primer beso, que me servia para ser al dia siguiente el mas envidiado y admirado de la pandilla.............

Gracias por traerme imborrables recuerdos.
Un beso.

Gracias a tí por viajar junto a mí en el tiempo. Te mando un beso de los muchos que ya no tienes que robar porque son tuyos

Muy bonita la frase Laura

Una tarde haciendo mis deberes y por casualidad, al echarme sobre la mesa para coger algo que no recuerdo, el pico rozó “aquel sitio” y volvió la sensación del estímulo ya olvidado; aquello había ocurrido en verano y, si yo ya estaba en otro curso, debía ser al menos, diciembre, y eso para una niña es mucho tiempo. En vez de incorporarme enseguida permanecí sobre el escritorio, era agradable sentir la presión de mi peso contra la dureza de la madera, pero no era suficiente. Empecé a moverme suavemente y la sensación fue en aumento. Imaginé entonces que yo era un vaquero, como los que veía con mi padre en las “pelis” de los domingos y que tenía que cabalgar deprisa si no quería que me cogieran los indios, me apoyé sobre los brazos sin perder el contacto con mi montura y fui incrementando el ritmo más, más, más, la respiración acelerada, los latidos en las sienes, algo me obligaba a seguir, no sabía cuando se acabaría la persecución, o cuando iba a parar ni a cansarme, cuando de repente sentí como un calambre, una explosión, partía de “aquel sitio” pero se extendía por todo el cuerpo y era muy agradable, daba mucho gusto , no había sentido nunca algo así, y me derrumbé en la silla, agotada, reponiéndome y preguntándome qué era aquello que acababa de pasarme, mejor dicho de sobrepasarme.
Lo repetí más veces, pero no siempre podía hacerlo en la habitación porque la compartía con mi hermano y, sin saber muy bien porqué, decidí que hasta que supiera qué era aquello y qué hacer con ello – y recordando que el inicio de aquello había sido un juego secreto por el que podrían castigarme de por vida – mejor sería hacerlo en secreto y a solas. Así es que, una tarde que no tenía libre mi escritorio- caballo, probé a arrimarme al cerco de la puerta del servicio, que era la que más alejada estaba del salón y separada del resto de la casa por un largo pasillo por el que oiría llegar a cualquiera que se acercara, agachada y agarrada del tirador, yo era una pionera escalando por una cuerda una montaña alta, muy alta, y el movimiento arriba y abajo se iba haciendo cada vez más rápido, cada vez un poquito más fuerte, hasta que alcanzaba aquella estupenda sensación que cada vez necesitaba sentir con más frecuencia; y lo malo era aquella sospecha de que lo que estaba haciendo, sin saber muy bien porqué, no debía ser bueno, si había que ocultárselo a los mayores; lo hubiera preguntado, mi madre nunca se enfadaba, pero si me pedía que lo dejara, yo tendría que parar, me lo perdería para siempre ya, porque yo nunca, nunca, nunca, desobedecía ni mentía a mi madre.

Gracias. Sobre todo, muy verdad

Lo sé, y pronto pasaré a por un puñadito.
Un beso.

Envidioso.;)



Ahora mas que nunca, quiero ese café que me debes.........

P.D.: te doy permiso para que robes de mis relatos los puntos que necesites -a mi me sobran a puñaos- y los coloques por tus textos ;) y ya serán la hosita!!! -los tuyos, claro-



...

Me parece una maravilla cómo escribes. El poder de evocación ha sido tal que me he visto lanzada a mi propio despertar preadolescente y la mente se me ha poblado de sensaciones conocidas de antaño. Es como si compartiéramos un inconsciente colectivo, como si hubiera vivido esas cosas que no conocí, tan iguales.

En correspondencia a un ejercicio tal de desnudez y sinceridad, te diré que he terminado la lectura mojada y turbadísima, que te he acompañado en tus inquietos roces con la madera, transformada anoche en blandura de almohada.

Besos

Unas crónicas geniales, enhorabuena. Le das una elegancia y una sensualidad que levantan el ánimo a cualquiera. De echo ahora estoy en la oficina y será mejor que espere un rato a levantarme...

Gracias, me encanta leerte, espero que lo sigas haciendo.

Besos.

Gracias por la puntualización, te cojo unos cuantos y los coloco para dar algún respiro ;)

Un lujo que me leas y me ruborizo de placer al pensar que provoco en tí ese efecto, dentro de no mucho llegará mi primer encuentro con mi novia del insti y entonces...espero que tengamos que, por fin, conocernos ;). Besos...

Sabiendo que gusta, ¿por qué parar?, espero seguir haciendo más entretenidas tus horas de oficina...besitosss

III. Salva sea la parte

Me pillaron. Durante una de mis galopadas, estando ya en la fase frenética, no sentí que se abría la puerta y me encontré con mi madre al lado, mirándome con cara de asombro, entre seria y asustada - me pareció que, al igual que yo - sin saber qué hacer. Como no se movía, ni dejaba de mirarme y empezó un par de frases sin acabarlas, me anticipé a explicar que estaba jugando a los vaqueros. Se sentó en el borde de la cama, intentando aparentar calma, aunque apretándose mucho las manos y con la boca de medio enfadada – cuando está así los labios se le ponen, muy hacia abajo – y me preguntó en qué consistía el juego. Empecé a explicárselo pero, al llegar a la parte en la que tocaba decir cuándo se acababa la persecución , pensé inventarme que era cuando me cogían los indios o cuando yo decidía que les había perdido de vista, pero es que yo nunca, nunca, nunca, mentía a mi madre y le conté lo de oír el corazón y lo de respirar cada vez más rápido, y al final, lo de la sensación rara, que no sabía explicar, que era como el sentirse tan bien como cuando me envolvían en la toalla al salir de la bañera y lo del cansancio de después de haber estado riéndote a carcajadas hasta que te duele la barriga.

Mi madre siguió seria, escuchándome y luego sólo se levantó y me pidió que dejara de jugar a eso hasta que lo habláramos, me dio muchos besos, me pasó la mano por el pelo, y repitió: “Hasta que lo hablemos”. Tal como yo pensaba, ya me habían castigado. Aunque sin enfadarse, lo cual era algo extraño. ¿De qué tendríamos que hablar? Nunca habíamos tenido que hablar de ninguno de mis otros juegos; o nos dejaban, o no. Y siempre por algo lógico, como haber roto vasos con la pelota en casa.

Pasaron tres clases – por aquel entonces yo usaba los días de colegio para contar el tiempo, igual que los indios hacían con las lunas – cuando al llegar del “cole” mi madre me llevó al salón donde había un libro negro muy gordo en la mesa. Fui a cogerlo pero antes mi madre me dijo que me sentara en uno de los sillones pequeños y ella lo hizo en el largo, justo enfrente de mí. Me preguntó:
- ¿Desde cuándo juegas a eso?
- Desde después del verano
- ¿Te lo ha enseñado alguien?
- No – en este punto desee que no hubiera oído ni hablar de La Cruz Secreta porque si me preguntaba, yo no podría mentir y si decía algo su madre mataría a mi amiga.
- ¿Alguien te ha tocado ahí? – y señaló “aquel sitio entre mis piernas”
- ¿Dónde? – intentaba ganar algo de tiempo.
- El “chirri” – así se llamaba en casa y hasta ese momento sólo se nombraba o se hacía alusión a él en la bañera, mientras estábamos desnudos, ni siquiera era consciente de que estuviera ahí estando vestida.
- ¡Ah, eso! Pues no se, lo mismo sí, creo que, estooo, puede…Sí
Mamá entonces hizo algo que nunca había visto, metió los labios para dentro y echó aire por la nariz.
- ¿Quién? ¿Un niño o alguien mayor?
- ¿Cómo? – de nuevo intenté tener tiempo para pensar cómo no delatar a mi amiga.
- ¡Ya! ¿Quién? – no coló esta vez.
- Una chica.
- ¿Quién?
- Una mayor, pero sólo ha estado en el camping en verano. – Y eso era verdad. Antes de irnos nosotros, ya habían quitado la tienda. Yo sabía que así pensarían que había sido alguna persona de las que acampaban sólo de forma temporal y podían no volver nunca.

Entonces se levantó, cogió el libro y me enseñó un dibujo. Mostraba el cuerpo de una mujer desnuda del que salían flechas con los nombres de las principales zonas anatómicas. Me explicó entonces que la vagina y el ano tienen dos funciones; la de hacer “pis” y “caca”, necesarias desde que naces y otra que no se usa hasta que se es adulto, porque sirve para tener hijos y que, hasta entonces no había que dejar que nadie lo tocara, y no se podía usar para otra cosa que no fuera la primera función. Y lo mismo pasaba con las tetillas. Me enseñó entonces otro dibujo en detalle de la vagina pero visto como desde abajo, y me preguntó si me habían metido algo en una especie de agujero que se veía allí (recuerdo que pensé que si todo ese espacio era para hacer pis, me extrañaba que no lo hiciéramos en cascada, como los elefantes)

- Pues una vez me hizo daño con un palo, pero no se si era ahí donde quería meterlo y entonces ya no volví a jugar más.

Me abrazó muy fuerte, suspiró “mi niña” y me mandó a hacer los deberes. Me volví un momento y la vi con los codos apoyados en la mesa, con las manos en los ojos, a lo mejor hablar le había dado dolor de cabeza pero parecía que estaba llorando. Debía ser que lo que me había dicho era algo importante, y que había algo más que tendría que esperar a ser mayor para saber.


Desde entonces, puse más atención en todo lo relacionado con esas “partes con doble función”, que cambiaban cuando crecías y caí en que eran las que se tapaban con los bikinis y bañadores.
Deduje entonces que las tetillas de los chicos no tenían importancia, porque siempre las llevaban al aire, mientras que yo llevaba parte de arriba aunque no hubiese nada que cubrir ni sujetar.
Imaginé que las “pililas” también debían cambiar – quizá se transformaban en otra cosa, igual que me explicaron que pasaba con los renacuajos que veíamos en el río- ya que, aunque no había problema con que viera la de mi hermano, mi padre tenía un gran cuidado para que no le viera desnudo e incluso se enfadaba si alguna vez entraba al baño sin llamar cuando él estaba en la ducha.

Adquirieron otro significado las palabras de mi abuela: “la descarada le tocó en salva sea la parte” o “se dio un golpe en salva sea la parte”; ¡claro!, había que ponerlas a salvo, protegerlas y cuidarlas para que nadie las viera ni las tocara hasta ser adultos; y eso, por lo que yo sabía, sucedía al cumplir los 18 años.

Siempre he pensado que las cosas buenas, aquellas con las que después nos sentimos bien recordándolas, es mejor aprenderlas cuanto antes.

Enhorabuena !!!

Por cierto, yo no he hechado en falta ningún punto...

Que dificil es la adolescencia, pero que divertida.

Me haces recordar mi escarceos e inicios con el sexo. Que habiendo estado en colegio de curas fueron totalmente autodidácticos.

Si me viera el Hermano Santiago.....

Saludos y gracias por tu experiencia. Lo he pasado muy bien, como siempre.

Muchas gracias...seguiremos avanzando... sabiendo que estáis leyendo me motiva mucho más ;)

Siempre es un placer leerte. En este caso, independientemente del tema que trates, es alucinante lo bien que consigues evocar la época de la adolescencia. Que estupendos recuerdos me traes a la cabeza. Me has quitado 30 años de encima. Jejejeje. Espero con impaciencia los siguientes episodios.

Me encanta, estoy esperando la próxima, son como para juntarlas y hacer una novela erotica corta.

O larga...¡Por favor, que no se acabe!

Muchísimas gracias, menuda responsabilidad, me esforzaré para estar a la altura de vuestras expectativas.

Presiones cero, preciosa. Escribe lo que tengas que escribir y como te salga escribirlo, que lo haces muy bien.
Si las dotes literarias progresan como lo hicieron aquellas cabalgadas vaqueras de pasillo, te veo en un proximo Pulitzer, forastera.

¡Guapo!

Llegó mi primera menstruación. No me dolió, no me asusté, simplemente me sorprendió y sentada tranquilamente en el baño llamé a mi madre para preguntarle qué hacía para no manchar la ropa; en ese momento fue lo único que me preocupó.
Se desarrollaron mis pechos, mis caderas se redondearon y eso, añadido a mi elevada estatura y a cierta “madurez precoz” a fuerza de observar y tratar con los mayores, me hacía parecer una mujercita.

En el camping los chicos empezaron a tratarme de otra forma; hasta ese momento o me ignoraban o se burlaban (excepto un buen y especial amigo, mayor que yo) por las cosas tan raras de las que hablaba y porque era demasiado grande. Nunca me importó demasiado porque yo me veía guapísima y la explicación que daba – a mí misma y a todo el que se paraba a escucharme - era que una bruja envidiosa había lanzado un hechizo que hacía que los demás no vieran toda mi belleza, exceptuando los que me querían de verdad.
Además de mi amistad con otros 3 “raros”, yo tenía un mundo interior lo suficientemente rico como para seguir creciendo feliz.

Hasta ahora imaginaba ser alguien especial ; en bici a toda pastilla yo era una princesa a lomos de su dragón y tenía un séquito de admiradores. Ahora, sin embargo, eran chicos reales los que me buscaban para pasear, jugar a lo que fuera, me empujaban al agua, me hacían agüadillas o me mataban a “cosquillas” por las noches en la pista de baloncesto.

Al principio, sobre todo por la sensación nueva y reconfortante de aceptación, fue agradable, pero me harté pronto de que su forma de relacionarse fuera incordiarme de una forma tan insistente.

Una tarde el líder de una de las pandas, alto, guapo, carismático, se acercó a mí y me dijo que hacía tiempo que le gustaba y me pidió que fuéramos novios; acepté inmediatamente, sin saber muy bien a qué me comprometía eso, pero ese chico me hipnotizaba, los demás le seguían, le temían y respetaban.
Ser su novia consistía en ir de la mano, sentarnos juntos en el cine al aire libre, o estar abrazados y muy pegaditos durante las reuniones nocturnas. Como un caballero en las justas, me brindaba emocionantes exhibiciones – como dispararse perdigones lo más cerca del pie posible o saltar en bici rampas altísimas – y luego venía a recoger su premio que era levantarme en brazos y darme un breve beso en los labios.
Dejó muy claro que a quien me mirara mucho o me tocara le partía la cara, lo cual me devolvió tranquilidad e independencia.
Además había mucho tiempo en que los dos estábamos a nuestro aire, yo con mis amigos, él con sus correrías, hasta que uno de sus “recaderos” venía a buscarme y me preguntaba: “Que dice A. que a qué hora pasa a buscarte?” o “Que dice A. que te lleve a la Poza Verde” y entonces un pellizquito de emoción por verle me encogía el estómago.

No sólo es un relato imaginativo, es que además está extraordinariamente bien redactado y no hay ni un reproche que hacer en lo ortográfico ni en lo sintáctico. ¡Ni siquiera en lo sintáxico!

Conozco muchos escritores (incluyendo alguna escritora de nombre de catedral madrileña y "amplio" apellido) que venden bastante y que aparte de no decir más que obviedades y caer en todos los lugares comunes posibles (frescos ríos, lunas plateadas, ardiente calor y memeces similares), tendrían que emplear al menos un par de tardes en aprender el significado de ciertas palabras y lo básico de la puntuación y la ortografía castellanas.

¡Felicidades! Tanto en tus posts como en estos relatos dignificas el foro con tu actitud, tu inteligencia y tu prosa ocurrente y perfecta.

:oops: ¡Muchísimas gracias! Sólo pretendo haceros pasar un rato ameno, compartiendo vivencias, con el tamiz especial del recuerdo.
Muchas gracias por tan alta consideración, me hace feliz que te guste.
Un beso dulcecito, dulcecito

¡Y que puntos a parte tan bien puestos!

¡Todo... todo se ve muy bien puesto!

Te leo, cierro los ojos y me veo ahí, alto, delgado, cuerpo destartalado, con la cara llena de granos, patito feo peleando por ser cisne, haciendo toda clase de estúpideces por llamar su atención........

Que puedo decir. Ya te di una vez las gracias por sacar de mi interior al adolescente que llevo dentro y que jamas pensé que volveria a ver.

Sigue haciendome recordar, por favor.

Muy fiel a tu estilo

¿Te vas a saltar los amores platónicos???. A mi es un tema que me encanta!.


...

Estais todos avisados,
Joder... Laura que rebote me estoy pillando con tanto moscon a tu alrrededor

Espero que habléis del texto, no del avatar :p

Será un placer evocar juntos las primeras sensaciones.

Por supuesto, estarán, porque se siguen sintiendo, no hay nada igual que lo que idealizamos. Pero mi amor platónico llegó a mi vida un poco más tarde...

No, si un poco "moro" sí notaba yo que eras, sobre todo por tu extenso harén ;)

Besitossss

Tu tiras con bala, hay que utilizar fogeo.

Y que te quede claro que eso ha dolido bruja mas que bruja jejeje

¿Qué te parece más peligroso, una escopeta cargada o una mujer celosa?
De todas formas no pretendía ni siquiera escocerte, a mí contigo sólo me salen cositas buenas.
BESOS BESOS BESOS BESOS

“El final del verano, llegó y tú partirás, tatatachan, tatatachan…” En muchas de las parcelas del camping se oía esta canción a mediados de septiembre.
Muchos volveríamos algún fin de semana de otoño, si hacía bueno, pero para muchos la despedida era permanente y, por aquel entonces, dolorosa y trágica.
Mi novio y yo nos dimos los teléfonos – fijos, claro- para avisarnos cuando nuestros padres decidieran ir un fin de semana y poder volver a vernos.

Como en otra dimensión empezó el curso escolar y también entonces noté el cambio en el trato de los chicos. De repente ya no era transparente. Los chicos del curso superior me invitaban a jugar al rescate – ese juego que consistía en correr delante del que la “pochaba” para que no te pillara y esquivarle para salvar a los compañeros a los que había dado alcance – y en vez de darme un leve toque me agarraban y me iban toqueteando hasta ponerme en la fila de los “prisioneros”. Dejé de jugar con ellos, pero los manoseos no cesaban.
Una mañana me harté y le hice saber a un par de abusones que aquello no me gustaba. Me expulsaron dos días y me dijeron en una reunión con mi madre delante que de una patada tan fuerte en los testículos podía hacer algo muy grave a mis compañeros.

- “Pues que la dejen en paz, así aprenden” – contestó mi madre que de testículos tampoco andaba escasa.

Al volver, mi "hazaña" había recorrido clases y patios y yo era casi una leyenda. Todo el mundo murmuraba, los chicos me huían y las chicas más solicitadas se escudaban pegándose a mí en los pasillos. Pronto tuve dos compañeras amazonas que, si bien no llegaban a mi nivel castigador tenían buenas y rápidas manos abofeteadoras. Eramos guapas, poderosas y creíamos poder caminar sobre las aguas.

Encontré una nota en mi mochila al volver de un recreo: “Se que eres imposible, pero a mí me gustas muchísimo”
Escribí en la pizarra: “No hay nada imposible si tienes el valor de intentarlo”
Sonó la sirena, iba a levantarme y me encontré con los ojos verdes más increíbles que había visto nunca. Pertenecían a uno de mis compañeros desde hacía 5 años y era la primera vez que le oía hablar para algo que no fuera contestar las preguntas de los profesores:

- ¿Y... haría falta mucho valor para pedirte que me ayudes con el inglés después de clase?

Sonreí y quedamos para ir a su casa al día siguiente.

Me quedo con esto:


Puffffffff


...

Sigo pensando lo mismo...muchas veces da resultado y, por lo menos, lo has intentado.

¡Genial, Laura! ¡Qué bien escribes! No es peloteo, realmente comunicas muy bien; es muy fácil leer tus relatos. Tómate tu tiempo pero, por favor, continúa.

O sea, que también ;) se te da bien el inglés. ¡Qué chica más políglota!

Besos.

Este es el que más me ha gustado. Cómo a unos chicos les decías hasta dónde podían llegar y a otros por dónde tenían que seguir.

Sigue con la historia, que quiero saber si aprobó el inglés o si le quedó para septiembre por no sacar tiempo para estudiar.

Madre mía Laura que forma de controlar las palabras y los tiempos. Tienes madera de escritora, piénsatelo.

Fiel seguidor de tu relato seguiré atento a la continuación.

Levito de gusto sabiendo que me leéis. Gracias por tan grata motivación. Gracias :)

¡Cómo molan tus relatos! Me suenan hasta familiares.

En una ocasión, un amigo de voz aflautada nos contó al resto de la panda cómo una chica morena le levantó la tapa de los güevos con un patadón mientras jugaban al rescate en el patio del colegio. A pesar de la sutil advertencia, le estaba muy agradecido a la damita porque gracias a la lesión irreversible logró un puestazo en el coro de barítonos del Real años después.

¿No recordarás por un casual cómo se llamaban tus compañeros de juegos?

(Por Tutatis, menos mal que has cambiado un poquito tu trato con los chicos)

Creo que los que cambiaron su trato fueron los chicos. Sólo había que saber cómo acercarse.

Yo era cariñosa y cercana ya desde entonces, menos cuando abusaban, eso nunca lo he llevado bien.

A mi también me ecanta como escribes... estoy esperando ya tu proximo relato... que recuerdos cuando me vino por primera vez la menstruación... aixxx que facil era todo en aquel entonces y como cambian las cosas ... en fin.... sigue así guapaaa

Muchas gracias. Espero que tú también te animes.
Un besito

Tu forma de escribir es un fiel reflejo de la persona que por un breve instante vi,y a la cual me gustaria conocer aun mas....cariñosa.....tierna...amorosa.....realista.......y sensual....una combinacion muy dificil de superar.

MUCHOS BESOS...:o:o

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No hay nada imposible, porque los sueños de ayer son las esperanzas de hoy y pueden convertirse en realidad mañana.

:oops: Muchas gracias. Estaré encantada de conocernos más a fondo.
Un beso dulce

Laura, se acercan los exámenes de febrero y no sabemos si el muchacho de los ojos verdes se aplica a los estudios o no.