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Confesiones de un aprendiz de gigoló. 1ª La decision


Confesiones de un aprendiz de gigoló.
1ª La decisión


Hace algo más de un año, mi mujer me cazó en el renuncio. Descubrió mi lumiagenda.
Es más,descubrió mi nick del foro, mis relatos y mis experiencias.
Y vosotros diréis: ¿¡Estabas gilipollas!? ¿Dónde carajo las tenías?
Estábamos de vacaciones veraniegas y el puto ordenador abierto sobre la mesa con la carpeta “Mis Cuentas” abierta. Yo en letrinas y mi mujer, recién duchada y todavía envuelta en la toalla curioseando el ordenador.
Lo peor, que se había estado duchando para prepararse para nuestro polvo mensual y cuando vi la escena, sospeché que me iba a quedar sin polvo.
Lo que sucedió a continuación deja en suave brisa a un huracán caribeño. No solo me quedé sin polvo, si no también sin casa, sin pasta, sin hijos y sin perro. Y creo que la cosa no mejoró con mis argumentos defensivos de que era para salvar un matrimonio que había declarado la cuaresma sexual de por vida. Mentar la liturgia creo que no le hizo mucha gracia y me echó de casa
Lo que más me dolió fue que mis hijos se pusiesen totalmente del lado de su madre. Incluso mi hijo varón.
Me parece una total falta de solidaridad masculina.
Sobre todo porque yo le sorprendí follandose a la rumanita que teníamos en casa por horas para ayudar a las tareas y en horario laboral de la susodicha y él tenia novia, con la que por cierto pretende casarse. No se lo eché en cara. La jovencita está bastante bien. Buen cuerpo y una cara graciosa que se estropea algo por una dentadura más que indecisa, alborotada.
Pero bueno, no le dije nada e hice como si no me hubiese dado cuenta, eso sí, muerto de envidia. Y el muy , va y me lo paga llamándome, a mí, su padre, “putero indecente”
El caso es que mi vida ha dado un cambio monumental y mis recursos económicos se han visto tremendamente disminuidos.
¡Coño! Esto de las separaciones es una puta ruina. De una casa cómoda y organizada, pasas a un apartamento destartalado amueblado de derribo, “vintage” según el capullo que me lo alquiló.
Y encima sin libro de instrucciones.
Yo en casa depositaba la ropa sucia en una cesta y al cabo de un par de días, estaba en mi armario lavada y planchada.
Compré para tal fin una cesta parecida a la de casa y deposité la ropa con idénticos movimientos. Pues nada, al cabo de una semana la ropa seguía en la puta cesta.
Tras sesudas cavilaciones de mi analítica mente, entendí que el motivo no era porque la bolsa no fuese idéntica a la de casa. Debía haber algo más.
Así que contacte con Nina, la rumanita que se beneficiaba mi hijo y le pedí ayuda.
Esta vino en forma de la tía de la apetecible joven. Una mole de unos 100 kg de peso extraída de las profundidades de Transilvania, que a pesar de su humanidad es tan silenciosa y su aspecto tan poco reconfortante, que he llegado a pensar que se trata de un vampiro. Por el momento he confirmado que se refleja en los espejos. Le he tenido que obligar a ponerse un delantal que lleva cosidos unos pequeños cascabeles que me avisan de su proximidad y me evitan sustos.
Pero a lo que vamos, sexualmente estaba acostumbrado a mi polvo semanal o como mucho cada diez días eso sí pagando como Dios manda.
Ante mi nueva situación de quebranto económico y sin embargo libertad, decidí saltar a la calle en busca de sexo del llamado gratuito.
Para tal fin, convenientemente acicalado acudí a uno de los garitos que teóricamente son para que liguen los talluditos.
Media tarde y local casi vacío.
En una mesa una chica sola de unos treinta y muchos o cuarenta y pocos.
Vestido ceñido negro y corto, de tirantes, dejando entrever una delantera digna del Real Madrid de D. Santiago Bernabeu. Zapatos de tacón y cruce de piernas moviendo con compás la pierna superior.
Me dije que a por ella y me lancé. No recuerdo la gilipollez que le solté pero se sonrió derrochando dulzura y glamour. “vaya, no estoy tan oxidado como pensaba” murmuré entre dientes al tiempo que me sentaba en su mesa.
Conversación insustancial y cada vez sobre temas más eróticos, hasta que puse mi mano en su rodilla y ella puso la suya sobre la mía.
Sin más preámbulo le dije de irnos y me dijo que vale. Pedí la cuenta, la suya y la mía que uno está chapado a la antigua y entonces comprobé que la chica era una lima. Dos colas, sándwich mixto, ración de ensaladilla y café. 35 euros de bellón. El glamour iba decayendo poco a poco. Pero bueno, estaba de toma pan y moja y yo bastante pillado.
Me levanté y ella sin moverse de la silla me espetó: “¿Cuanto tiempo te vas a quedar? La hora son 150 euros”, siguió diciendo.
Debió de ver mi cara. Se agacho para tocarse el tobillo. No se si le picaba o simplemente me quería enseñar las tetas y mirándome hacía arriba me dijo: “No me jodas que creías que habías ligado” Y soltó una carcajada.
El glamour y la dulzura desapareció en un instante y apareció una choni poligonera, que siguió vociferando no se que de lo pringados y gilipollas que somos algunos hombres.
Ya había pagado las consumiciones así que me escabullí hacia la puerta con la sensación que los pocos parroquianos del pub se descojonaban a mi costa.
Primer intento de sexo y completo desastre.
Sin embargo no me amilané.
Al siguiente juernes a otro pub de alterne de algo más que maduros.
En esta ocasión elegí a una mujer que estaba con otras dos amigas en una mesa alta.
Un poco ajada por los años y con pinta de oficinista harta de darle a la tecla. Físicamente no tenía nada que ver con la anterior pero al menos no iba a meter la pata.
La mujer desde luego no era fea y además tenía unos ojos verdes muy expresivos. Un hola fue suficiente para que entabláramos conversación.
Resulto ser simpática y con un magnifico sentido del humor.
Total, esta vez sí que me la ligué o mejor dicho, fue ella quien me ligó a mí.
A eso de medianoche y tras varias copas me ofreció su casa, eso sí que estaba en una urbanización de un pueblo de los alrededores de Madrid. Y allá que fuimos ella en su coche y yo detrás en el mío.
Besos abrazos, me quitó la camisa, le quité el sujetador y le pedí ir al baño.
Cuando salí, tras aliviarme y lavarme, ella estaba en el baño de su habitación.
¡Mierda!, ¡Mierda! Repetía sin cesar. Le pregunté tras la puerta si pasaba algo y me contesto lastimera que estaba sangrando. Pero no una hemorragia del normal periodo, no, sangraba profusamente.
Total, resumiendo lo que iba a ser un polvo memorable se convirtió en una noche en la Urgencia de un hospital.
De mañana, volviendo a casa solo, cansado y cabreado, habiendo dejado la susodicha en el hospital en espera de un legrado y acompañada por su hermana a la que tuve que localizar, con el asiento de mi coche manchado de sangre y encima atasco mañanero de la NII.
Un camión que transportaba cerdos se me paro en el carril de mi derecha. Un cerdo apretujado entre congeneres me miraba con mirada perdida y lastimosa. Arranqué y el puto camión también colocándose otra vez a mi lado a la altura del cerdito condenado a muerte.
Fue entonces cuando lo decidí. ¡Seré gigoló!
Es la repuesta lógica a una situación desesperada.
Y en eso estoy. Me falta el estudio de mercado, la redacción del anuncio y la campaña de marketing y luego las experiencias
Os iré contando.



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La ironía es un arma de la inteligencia. Si hay que explicarla, la hemos cagado

Quod natura non dat, Salmantica non praestat
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