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Por fin probé a Liz, después de tanto tiempo viendo en pasión.com esas fotos tan sugerentes que tiene colgadas. Pero enseguida me di cuenta de que no era lo que esperaba, puesto que hay aspectos negativos de ella que en las fotos, que podrían ser falsas, no se pueden apreciar y de las que os quiero advertir para que actuéis en consecuencia. Por ejemplo, el hedor que despedía su cuerpo cuando me recibió y que hacía parecer no haberse duchado en los dos últimos días por lo menos. Su aliento con aroma de cloaca también daba cuenta de no saber lo que es un cepillo de dientes. Confirmé la falta de higiene cuando ni me lavó ni se lavó ni antes ni después del encuentro sexual. Si a todo esto le sumamos que su implicación es bastante justita, desde mi punto de vista no me parece que se trate de una puta que os pueda recomendar. Hay otras meretrices que se lo curran más en la cama, queriéndose ganar el dinero que se les paga, para que el cliente quede satisfecho, repita la experiencia y la recomiende en los foros. Ella no se encuentra en ese grupo. No esperéis a una tía que se comporte como vuestra novia. Ni besa ni la chupa sin condón, que te coloca hábilmente con la boca. Todo lo hace de una forma bastante mecánica y preconcebida. Eso sí, hay que reconocer que durante el acto de la penetración se mueve muy bien. Yo me corrí enseguida gracias a ello.
Su cuerpo es agradable a la vista y al tacto, pero la jode su cara de mandril, que denota su origen venezolano, pero no de la capital, sino de alguna tribu de la selva amazónica. Lo que más me gustó de su cuerpo es su culo, redondito y bien formado, pero nada extraordinario que no tengan otras chicas que sí tienen hábitos de higiene y son implicadas. No os llevéis a engaño con esas trencitas tan monas que luce en las fotos de su anuncio. Ya no las tiene y su pelo está hecho un asco, según ella misma reconoce.
Y ahora paso a relatarlos la experiencia. La llamo por teléfono y me dice que se encuentra cerca de la calle Martínez Garrido. Al cabo de unos minutos la vuelvo a llamar para decirle que ya estoy por la zona y me indica la dirección, en una trasversal, creo recordar que en la calle Burgos, en la planta baja de un edificio. El piso ni por asomo es el que aparece en las fotografías de su anuncio. Es un lugar bastante cutrillo y pequeño. Tras abrirme la puerta, me impresiona que me reciba con un tanguita y un picardías, pero ni de lejos le echo que tenga 24 años, calculo que tendrá de 30 a 35. En ese momento casi no me importa su olor a hembra sucia. Me lleva hasta su habitación y me señala el sitio donde tengo que dejar mis cosas. Luego me pide que le pague, algo que personalmente no me gusta, porque implica una desconfianza que resta pasión al momento que vamos a comenzar. Le doy 50 euros por media hora. Se marcha a guardarlos a alguna parte y cuando vuelve yo ya estoy en la cama medio desnudo esperando. Hace frío, pone un calefactor y empieza con unas caricias por el cuerpo. Yo la toco, voy a sus pechos, con unos pezones grandes, de mulata y quiero ir a su culo, pero no me lo pone muy a tiro. Estamos de frente, de rodillas, cara a cara. Me toca la polla tímidamente. Cinco minutos después me tumba. Me pone el condón y empieza a chuparla. Marca las distancias. No quiere que vayas a su coñito. Tampoco era mi intención. Olía mal. La mamada no duró ni un par de minutos. Acto seguido se pone encima y empieza a moverse. Yo, que iba muy cachondo y además sufro eyaculación precoz me corro enseguida.
Una cosa que me jode de algunas lumis es que cuando acaban la faena se vuelven comunicativas y más contentas. Empieza a darme charla, que si de donde era, que si su pelo, que si lleva no se cuanto tiempo por aquí, que si su país, no se qué, no se cuántos, bla bla bla. La conversación no me interesa en absoluto. Le digo que me tengo que ir, me visto y me despido de ella, sin saber dónde estaba el cuarto de baño. Camino de mi casa no me quito su olor a sudor de puta negra. Incluso después de ducharme me seguían llegando fétidas reminiscencias. Ya probé a Liz. No quiero repetir.

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