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Nefernefernefer 3ª parte. Venganza de Sinuhe
Años después de la desgracia de Sinuhe, y después de mil aventuras por esos mundos, se presenta a ocasión de la terrible venganza:
Llamé a los soldados que seguían custodiando la taberna, me escucharon porque habían visto a Horemheb en mi compañía, y en aquella noche de insensata alegría, entre la muchedumbre que danzaba por las calles, los conduje delante de la casa de Nefernefernefer. Las lámparas y las antorchas brillaban también allí; la casa no había sido saqueada y desde la calle se oían las risas y los gritos de los beodos. Pero en aquel momento mis rodillas comenzaron a temblar y dije a los soldados: —He aquí la orden de Horemheb, mi amigo, el comandante real. Entrad en esta casa; encontraréis en ella a una mujer que mantiene la cabeza alta y cuyos ojos son verdes como la piedra. Id y traédmela, y, si resiste, dadle un golpe con el asta de vuestra lanza, pero no le hagáis daño. Entraron satisfechos, y a continuación la gente, asustada, huyó despavorida, tambaleándose, y los servidores llamaron a los guardias. Pero los soldados regresaron con las manos llenas de frutas, pasteles de miel, jarras de vino y llevando en brazos a Nefernefernefer, porque se había resistido y tuvieron que darle un fuerte golpe en la cabeza; había perdido su peluca y su cabeza afeitada sangraba. Puse la mano sobre su pecho, que era suave como el vidrio y cálido, pero tenía la impresión de tocar una piel de serpiente. Sentí que su corazón latía, observé que no tenía herida grave y la envolví en un manto negro, como se hace con los cadáveres, depositándola en mi litera; los guardias no intervinieron, porque vieron los soldados que me acompañaban. Los soldados me escoltaron hasta la Casa de la Muerte, y yo estaba sentado en la litera que se balanceaba con el cuerpo de Nefernefernefer inerte sobre mis rodillas; era tan bella como antes, pero para mi era repugnante como una serpiente. Así nos llevaron a través de la alegre noche de Tebas, y delante de la Casa de la Muerte di oro a los soldados y despedí la litera. Cogí a Nefernefernefer y entré, y los embalsamadores acudieron a mi encuentro y les dije: —Os traigo una mujer que he encontrado en la calle y no conozco ni su nombre ni sus parientes, pero creo que tiene joyas que os compensaran por vuestro trabajo si conserváis su cuerpo para la eternidad. Se enfurecieron contra mi diciendo: —¡Pobre loco! ¿Crees acaso que no tenemos bastantes cadáveres estos días? ¿Quién nos pagará nuestro trabajo? Pero después de haber abierto el manto negro notaron que el cuerpo estaba caliente todavía, y al quitar las joyas y las ropas vieron que la, mujer era bella, mas bella que ninguna de las que habían llevado a la Casa de la Muerte. Dejaron de refunfuñar y poniendo la mano sobre el pecho advirtieron que el corazón latía todavía. Entonces la envolvieron otra vez precipitadamente y guiñándose los ojos se echaron a reír, diciendo: —Vete ya, extranjero, y bendito seas, porque haremos cuanto podamos por conservar eternamente este cuerpo, y si depende de nosotros la guardaremos aquí setenta veces setenta días para que su cuerpo se conserve para toda la eternidad. Así fue como cobre mi deuda con Nefernefernefer, que me debía ciertamente mucho a causa de mis padres. Y yo pensaba en su persona al despertarse en los antros de la Casa de la Muerte, despojada de su riqueza y poderío en manos de los embalsamadores, que no le permitirían volver a ver jamás la luz del día, si eran como yo los había conocido. Tal fue mi venganza, porque a causa de ella conocí la Casa de la Muerte, pero fue una venganza infantil, como pude darme cuenta más tarde. Hablaré de ello a su tiempo, pero quiero decir aquí que la venganza embriaga y su sabor es delicioso, pero de todas las flores de la vida es la que mas pronto se marchita, y bajo las delicias de la venganza ríe siniestramente una calavera. Y no encontrada ningún consuelo en la idea de que quizá mi acto había salvado a muchos jóvenes de una muerte vergonzosa y prematura, porque la ruina, la vergüenza y la muerte siguen todos los pasos dados por el pie de Nefernefernefer. No, esta idea no me causaba ninguna satisfacción, porque todo tiene un fin, y la existencia de Nefernefernefer lo tiene también, y es necesario que haya mujeres como ella para poder poner los corazones a prueba. Estracto de "Sinuhé el Egipcio" de Mika Waltari |
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Re: Nefernefernefer 3ª parte. Venganza de Sinuhe
A grandes males, grandes remedios. Menuda venganza la del inocente Sinuhé.
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Etiquetas |
nefernefernefer, parte, sinuhe, venganza |
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