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#1
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La moneda tiene dos caras
- ¡Dame!, ¡dame más fuerte, !
Ana estaba a cuatro patas mientras Cosme apretaba los dedos en sus caderas, cada golpe que le daba era más fuerte que el anterior. - ¡Sí!, ¡así! Volvió a llenarse la boca con la polla de Fidel, ya la conocía de un par de citas anteriores. Para ésta le había pedido a Fidel que se viniera con un par de amigos más, tan bien armados como él. Una lástima que el tercero hubiera fallado a última hora, Ana quería que hoy fuera un día muy especial. Mientras una de sus manos recorría el pecho musculoso del cubano con la otra le pajeaba mientras apretaba con la lengua el glande contra su paladar. - Joder, como la mamas. Cosme bajó el ritmo, ahora sólo empujaba, gemía, daba marcha atrás, volvía a empujar y volvía a gemir. Se estaba corriendo y sólo quería entrar lo más dentro posible. Cuando terminó, se echó hacia atrás y se quedó sentado, sudoroso, recuperándose para el siguiente envite. Sin darse una pausa, Ana se montó encima de Fidel y empezó a botar como una posesa. Fidel echó mano a su culo y lo empujaba hacia abajo al mismo tiempo que subía su cadera para entrar un poco más dentro de Ana. No oyeron el ruido de la puerta de la calle al cerrarse, sólo se dieron cuenta de la presencia de Antonio cuando Fidel terminó de correrse. - Hola Antonio, cariño - le saludó Ana jadeando. - ¿Pero esto que es? - Mi fiesta, como las tuyas. - ¿Cómo que como las mías? Los dos cubanos se miraban uno al otro sin saber que hacer. Ana les dijo que no se preocuparan, que se quedaran cada uno en un lado de la cama, que aún no había terminado con ellos. - Claro, como las que te montas tú con tus amigas - le contestó mientras magreaba las pollas flácidas de los cubanos, una en cada mano -. Paciencia, muchachos, ahora estoy con vosotros. Antonio estaba con la boca abierta y sin soltar el pomo de la puerta. Los cubanos se tumbaron en la cama y se miraron curiosos, divertidos, con ganas de saber como terminaría aquello. - Mira, no nos hagamos los inocentes - siguió Ana -. Sé desde hace bastante tiempo que te lo montas con putas. Antonio seguía igual. Ana movía lentamente sus manos. - Al principio me hundí y me desesperé sin entender porqué, qué era lo que había hecho mal. Pero un día, Elena me abrió los ojos. Si tú lo hacías, ¿porqué yo no? Antonio seguía plantado en la puerta sin decir nada. Las pollas de los cubanos iban recuperando su dureza mientras los cubanos sonreían. - Así que un día nos fuimos las dos a un boys, y mira, como comer pipas, empiezas y no lo puedes dejar. Qué te voy a contar, ¿no? - Lo... lo... lo podíamos haber hablado antes de... - balbuceó Antonio. - ¿Hablar qué? Cuando al caballero le apetece disfrutar está bien, pero cuando es al revés hay que sentarse y arreglar los problemas, ¿no? Los cubanos ya estaban listos para un nuevo episodio. Las venas bien marcadas y los glandes brillantes y tensos. - Bueno, ¿te apuntas o qué? Si no, cierra la puerta al salir. |
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