La cocina
- Bueno Carmen, ¿cuánto te duró?
- Dos minutos. - ¡Ja, ja!, ves, te lo dije Eva. - No fallas una, siempre aciertas cuando apostamos. - Más sabe el diablo por viejo que por diablo. - Y tú más por puta vieja, que le enseñas al diablo, por algo te llaman La Bruja. - Ja, ja, si no había más que verle la cara al pobrecillo, ni hablar podía, y si encima lo pilla la Carmen... Venga, dame los dos duros. - Tómalos, resabiá, pero recuérdame la próxima vez que no apueste. - Claro, claro, pero es más divertido si hay parné por medio. - Anda, déjame sentarme junto a la ventana, con tu manía de tener la calefacción alta no veas el sofoco con el que sale una. - Sí, pero así nuestros amorcitos se acaloran antes y se van rápido pasu casa, que les están esperando y tien prisa. - Oye, hoy viene el Marqués, ¿no?, y pásame un pitillo. - Sí, llamó esta mañana preguntando por ti. Hoy tienes el día completito, guapa, deja algo pa las demás. - Pues maldita la gracia que me hace, pa ti enterito. Ganas tengo d'acabá e irme ya pa casa. ¿Ande están las cerillas? - Toma y no te quejes, queste deja buenas propinas. - Ya lo sé, pero hoy tengo el día retorcío. - No estarás con la regla, ¿no?. - Que va, questoy de mala leche, sólo eso. - Bueno, pero no te olvides que en dos días es Semana Santa, habrá más trabajo y eso es más dinero para todas. - Sí, sobre todo se nos llenará la casa de curas, como asome la cabeza el señor obispo sacarán de aquí el paso y to. - ¿Y qué se pedirá hoy el Marquesito?, es muy especialito el hombre. - Vete tú a saber, pero si pide lo de mearle encima se lo quitáis de la cabeza, que luego queda todo que dasco y no se pué meter a otro cliente en la habitación hasta que se limpie. - Cada día pien cosas más raras. - Bueno, al menos es educao y lo pide todo por favor. - Sí, 'por favor, ¿puedes mearme encima?'. - Riéte tú, que ya verás como te hago limpiarlo luego. - Me lo crucé el otro día en la plaza. Iba con su mujer. - Entonces ni te miraría, si va solo todavía te lanza un guiño. - Sí, se puso mu tieso y mu serio y al pasar a su altura... - Mira, si aquí llega la Maestra. ¿Qué tal el morlaco? - Un poco tardo en la arrancada, pero luego ha resultado bravo. - ¿Y de cornamenta? - Cornigacho, astifino y bizco de huevos. Y cárdeno de pelaje. - Ja, ja, ja. Me encanta esta mujer. No podemos decir que de toros aprendemos poco. - ¿Y de qué sabes tú tanto de toros? - Mi marido era banderillero. - ¿Y dónde está ahora? - Le mató un Vistahermosa colorao, perdicero, cornalón y resabiao. Ya se lo advirtieron antes de pincharle las banderillas, "ten cuidao Antonio, que éste se las sabe toas", y vaya si se las sabía. Luminero se llamaba, y mira dónde h'acabao, ironías de la vida. Mi Antonio sí que era bravo, y noble, mu noble. - Venga, venga no nos vayamos a poner ahora tristonas y lloronas. - Bueno, ahí llama otro, voy a abrir. - A ver si pide paseíllo y podemos verle antes, que tengo que recuperar mis dos duros. |
Re: La cocina
Que relato mas cojonudo, tio. Y en castellano antiguo, y todo. Las he visto sentadas en una cocina, asomadas a algun piso de la zona de los Austrias, de mi madrid del alma. O por la calle Bailen. Gran relato, pardiez!
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Re: La cocina
¿Es tuyo?
¡Joder...! Lo podría firmar Galdós perfectamente. :wav: |
Re: La cocina
Gracias a los dos, me alegro que os haya gustado. Y sí, Pacumbral, es mío, gracias de nuevo por comparaarme con Galdós. Ahora tendré que leer algo de él.
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Re: La cocina
Ey, Perillán, gran diálogo. Estoy viendo al Marquesito por la plaza y a las dos prostitutas medio asomadas a la ventana.
Gracias por tu relato. Un saludo |
Re: La cocina
Cita:
Cita:
Pero que "mu" bueno, sí señor. Yo Fortunata y Jacinta me lo he leído dos veces, y, después de leerte, creo que me han dado ganas de la tercera. |
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