Carta de un paranoico a la lumi de sus sueños
Sé que has vuelto y no me has llamado. Es lo que quería. Estoy en una habitación de hotel cerca de una zona de callejeras, recogí a una al llegar y hemos estado aquí una hora… un cuerpo joven, delicado y tierno, que sin querer al abrazarlo comparaba con el tuyo. Ahora estoy solo, el termostato está en unos falsos 28 grados y no quiere subir más, hace frío. Creo que he venido aquí a no esperar tu llamada. Quiero saber la hora y veo el teléfono sobre la mesilla, pero no quiero mirarlo, porque al cogerlo sabré si tengo un mensaje nuevo o no.
Sabía que esta vez no me llamarías… porque sabes que no quiero verte más, porque sé que tú ni siquiera por dinero quieres verme. Lo sé ahora y en el fondo lo sabía cuando te dije la última vez: “no dejes de llamarme cuando vuelvas”
¿Qué no daría por saber qué piensas de mí? (siempre la misma obsesión). Hace meses me dijiste “tú me caes bien, y lo sabes”. Y yo creo que es verdad, o era verdad entonces. Yo puedo caer bien durante menos de seis meses, no soporto un análisis medianamente profundo durante más tiempo.
Cuando nos despedimos después de tu primer viaje estabas radiante, como si dijeras “he podido con esto, no ha sido tan horrible”. Yo estaba de rodillas atándome los zapatos a toda prisa y parecía estar haciéndote una reverencia. Tú me dijiste “ha sido un placer”, yo sólo supe responder “lo mismo digo”. Si nunca hubieras vuelto… te recordaría como un sueño perfecto… ahora… hago cálculos… otro mes así… no me salen las cuentas… no me puedo permitir ser tu cliente… ahora me digo una y otra vez “no encontrarás otra como ella”… y seguramente es verdad, lo triste es que hoy eso no es suficiente.
Llevo un rato escribiendo y me pregunto qué hora es. El teléfono está en la mesilla. Hace frío.
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