Café amrgo y tostadas de soledad.
Café amargo y tostadas de soledad
Son las siete de la mañana. Como todos los viernes desde hace seis meses, te acabas de marchar.
Solo me queda el consuelo de mirar fíjamente el vacio dejado por ti en mi cama, vacio que todavia desprende la esencia y el calor de tu presencia.
Vacio que miro fijamente, intentando formar en mi cabeza el puzle de tu cuerpo, que tantas veces recorri con mis manos y lábios, y que seria capaz de esculpir con los ojos cerrados.
Observo las arugas y pliegues dejadas por ti en mis sábanas, sábanas que poco a poco van perdiendo la cálidez, para volverse frias como tu corazón.
Siguiendo el ritual de cada viernes y desde hace seis meses, me tumbo en el lugar que hasta hace unos minutos ocupabas. Lo hago en un intento vano por retener lo único que me queda de tu presencia, aún sabiendo que inevitablemente terminará por diluirse y desaparecer.
Hace seis meses que guardo una taza de café junto a la mia, y que una vez mas no usaras, café amargo que por mucho que me lo proponga no soy capaz de endulzar, y que acompaño con una tostada de fria soledad.
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